Silbando Bajito

La escucha la hago en el comedor de mi casa, los primero cinco minutos escucho la tele que esta prendida en otra habitación, las charlas de mis viejos. Tardo en ambientar la oreja.

Mi casa colinda con un geriátrico, al momento de hacer la escucha los residentes parecían estar en una especie de merienda. Estaban afuera sentados con bandejitas con mates.  

Los sonidos que podía oír en general eran los de mi barrio, estaba familiarizados con ellos, un lugar tranquilo, pero que tiene la Ruta Provincial 5 a metros, por lo que el ruido de autos, motos, camiones, colectivos se escucha por lo menos cada 3 o 4 minutos. También podía escuchar los perros, que ladraban a quien pasaba por la calle (caminando tal vez porque no podía oírlos) o a otros perros, por lo que cada tanto los ladridos eran lo que inundaban mi paisaje sonoro y a lo que más le podía prestar atención.

Intentaba escuchar más allá del ladrido de los perros, afinaba el oído y trataba de identificar si algún auto pasaba por la Ruta o algún viejito decía algo. Se me hacía muy difícil por lo que decidí tratar de identificar si los ladridos que se escuchaban ocasionalmente pertenecían a los mismos perros.

Mi plan fue frustrado en el momento que estos perros dejaron de ladrar, y ya por lo el lapso de mi escucha no ladraron más. Por lo que intente concentrarme en otro sonido, y me comenzó a llamar la atención el quejar de una viejita.

Era constante, pero yo lo percibía sólo si prestaba demasiada atención, así que abrí la ventana y ya impidiendo que el sonido rebote en el vidrio, pude apreciar con más nitidez este lamento.

Nombraba a “Teresa” (la dueña del geriátrico) pedía por ella una y otra vez, alrededor de dos o veces alguna de las enfermeras con un estridente “shhhh” le pedía que hiciera silencio pero la viejita en poco tiempo retomaba su “Teresaaa- Teresaaa- Teresaaa”. Con un volumen constante, un timbre algo agudo.

Aproximadamente desde los 15 minutos que llevaba de escucha hasta los 35 esta mujercita no dejo de lamentar ese nombre, sólo los “sh” lograban callarla.

Cuanta más atención le ponía, o yo me convencía que no la llamaba, o realmente la viejita solo decía este nombre una y otra vez porque no tenía nada más que hacer. Los otros viejitos tampoco parecían muy preocupados por este lamento y a algunos se los podía escuchar conversar o chocar con sus cucharas las tazas.

El sonido que elegí me incomodaba pues estaba en gran duda si la viejita estaba sufriendo, me di cuenta que me había enfocado demasiado en ese sonido, intentando identificar si sufría o no quien lo emitía, que había aislado otros. En este sonido en particular me enclave tanto que deje de escuchar los autos de la ruta, los perros (supongo que algún que otro habrá ladrado) y hasta el tele que estaba prendida en mi casa.

Me despertó de este sopor el teléfono del otro vecino (no era la primera vez que lo escuchaba, ya otras veces ajenas a esta escucha lo había identificado) sonó unas tres o cuatro veces y no pude escuchar la voz de quién atendió. Por la calle de mi casa pasaron un grupo de chicos que iban riendo a gritos y supongo que en bici porque se los escucho pasar muy rápido y no hubo ruido de trotes. También presté atención a si algo más pasaba en el geriátrico, pero solo el lamento me llamaba la atención.

Escuche aproximadamente 40 minutos, cuando la viejita calló su lamento escuche cinco minutos más pero los autos en la ruta y el televisor no me llamaron demasiado la atención por lo que suspendí la escucha.